Aunque Rafita parecía ser invisible para todos los transeúntes que lo ignoraban al pasar, logró conmover a Sara, una turista que se encontraba de paseo con su familia. Durante los días de vacaciones lo cuidó, alimentó y para fortuna de Rafita, encontró la forma de llevarlo con ella al que sería su nuevo hogar. “Nos devolvimos para Medellín con el perro y él estaba demasiado feliz, en sus ojos se le notaba agradecimiento y felicidad, Cuando llegó a la casa no se cambiaba por nada”, asegura Sara.
Preocupada por el terrible estado en que se encontraba su nuevo compañero lo llevó a la clínica veterinaria en su ciudad, desafortunadamente su pata no podía salvarse por lo que resolvieron amputarla. “Decidí hacerlo por su bienestar. Cuando salió de la cirugía se le notaba la felicidad de ya no tener que cargar con la patica y corría como loco”, cuenta Sara, con una sonrisa en su rostro al ver que Rafita compensa la falta de uno de sus miembros con el amor que ella le brinda.
Rafita se recuperó y la pata que le falta no ha impedido que se sienta feliz en el que es su nuevo hogar desde hace cuatro años. En marzo, Rafita cumplirá 5 años y Sara se siente afortunada por haber transformado una vida, pero además, también se siente agradecida, por todo el amor y la alegría que Rafita le entrega a sus días.